Jesús
Alanís Gutiérrez
El pasado 16 de enero de 2013; estalló la huelga
anunciada por el Sindicato Único de Empleados de la Universidad Michoacana (SUEUM),
en demanda de un aumento salarial del 15%, así como un tres por ciento a
prestaciones. Además reclaman la violación a 37 clausulas del contrato colectivo
de trabajo, de acuerdo a lo publicado por los distinto medios de comunicación
del estado.
A
decir de las declaraciones y publicaciones difundidas en los diferentes medios,
se trata de una lucha autentica de los trabajadores sindicalizados en demanda
de soluciones reales a sus más sentidas necesidades. Al respecto el rector de
la UMSNH -Salvador Jara Guerrero-, sigue afirmando que la universidad no cuenta
con los recursos económicos necesarios para resolver el conflicto a favor de
los sindicalizados, a fin de que liberen las instalaciones de la universidad y,
por si esto fuera poco, tilda al movimiento huelguístico de ilegal. La resolución
del conflicto ahora depende de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje.
El movimiento huelguístico ha sumado
ya dos semanas, suspendiendo las actividades académicas de más 55 mil jóvenes
estudiantes, investigaciones y funcionamiento de laboratorios; en otras palabras,
se está violentando la vida académica de la universidad. Por lo cual, es
necesario hacer algunos comentarios.
Primero:
el sistema educativo Mexicano sufre una severa crisis, según la OCDE
(Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), nuestro país se
ubica en el penúltimo lugar en materia educativa. En las materias de matemáticas
y español, nuestros jóvenes no son capaces de aprender y dominar las ideas más
elementales del cálculo, y mucho menos, escribir con corrección y precisión su
pensamiento. Peor es el caso de Michoacán que ocupa el último lugar, según se
ha publicado recientemente en los medios nacionales. (¡Orgullo! Para el sistema
educativo y magisterio michoacano).
Estos malos resultados
son producto de las políticas educativas fallidas de los últimos gobiernos,
asesorados por los investigadores y pedagogos; quienes atacan los síntomas pero
no la enfermedad, afirmando que para que nuestra educación sea considerada de
calidad, basta y sobra con elevar el nivel educativo promedio del mexicano, pasando
del tercer año de secundaria al primer año de bachillerato, y con esto
estaríamos del otro lado.
No estaría completo el
análisis, si consideramos que las pésimas políticas son la causa, pues la
crisis del sistema educativo pone de manifestó que hay otros factores, por
ejemplo la pobreza en la que está sumida la gran mayoría de los mexicanos que
de acuerdo con las estadísticas del gobierno oscila en los 65 millones de
pobres, pero, serios estudios independientes señalan que son más de 85 millones
(de una población 113 millones), con tendencia a crecer en los próximos años.
La marginación en la
que se encuentra sumida la población de nuestro país, pone en evidencia que la
alimentación de un niño de familia de escasos recursos no es la misma que la
de un niño de una familia adinerada, por
lo tanto, no es igual el rendimiento
académico del joven que asiste al aula de clases con el estómago vacío.
Segundo: Los sindicatos,
también son otro factor que influye negativamente en los malos resultados del
sistema educativo mexicano. Ya sea de maestros o empleados, lo cierto es que no
les interesa paralizar las actividades de las instituciones educativas de
nuestro país a fin utilizarlas como rehén para que sean resueltas sus demandas
relacionados con aumentos salariales. Y, si agregamos el estribillo de moda de
los funcionarios públicos que dice: “Yo, no voy a negociar bajo presión”, “No
tememos recursos para a tender sus peticiones”, completamos aparato.
Hasta hoy profesores, investigadores,
empleados de la educación y funcionarios públicos, no han entendido (o al menos
lo dicen) lo que los estudiantes ya entendimos: que la calidad de un sistema
educativo se mide por el número de inventos originales patentados, por la
cantidad de científicos y técnicos de
muy alta calidad que produzca. Hacen falta pues, científicos que realicen importantes
aportaciones a los diferentes ramas del saber, técnicos que revolucionen la
técnica, mejoren la productividad del trabajo para producir más en menos tiempo
y a precios cada vez más bajos sin bajar los salarios de los trabajadores;
llevando así y solamente así la economía de nuestro país a la vanguardia y
competitividad en el mercado mundial.
Finalmente, queda
evidenciado, que al gobierno del Estado, al rector de la universidad y los
sindicatos no les interesa apuntar en la dirección descrita en líneas
anteriores. Por eso, hoy más que nunca, urge que los estudiantes, organizados y
concientizados luchemos por mejorar las condiciones y calidad académica de
nuestro país. Sin una organización
estudiantil bien dirigida, organizada y consiente, que defienda los intereses
de los estudiantes (más no, los intereses gremiales económicos de maestros,
empleados y políticos, que sólo buscan generar conflictos políticos), los
únicos afectados directos seguirán siendo los estudiantes.
Siendo así, se pone en
evidencia la urgencia de organizaciones estudiantiles, que recobren su papel
revolucionario y lucha por mejorar las condiciones de estudio de sus escuelas,
así como los programas de estudio y en lo sucesivo buscar una mejor
distribución de la riqueza. ¡Tarea más noble para el estudiantado nacional, no
puede haber!
Morelia, Mich., a 30
de enero de 2013
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