Guillermo Ríos
Guerrero
Dirigente de la
FNERRR en el Distrito Federal
En
1972, en la Universidad de Guadalajara, el compañero Presidente Salvador
Allende sentenció: “…Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción
hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como
revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil.”
Hoy no
hay duda de que los jóvenes, principalmente estudiantes, en distintas partes
del mundo han levantado la voz de distintas maneras. Ahí está, por ejemplo, la
lucha de los estudiantes chilenos encabezada por la Confech (Confederación de
Estudiantes de Chile o las monumentales movilizaciones convocadas por el
Sindicato de Estudiantes en España, incluso la “primavera mexicana”
protagonizada por el hoy inadvertido movimiento #YoSoy132.
No es
para menos, el sistema económico capitalista de nuevo está en crisis en todo el
mundo y uno de los sectores que resiente los recortes, la falta de apoyo
institucional y el decrecimiento en el gasto público destinado a la educación,
son precisamente los estudiantes, quienes en muchos casos ven frustrados sus
anhelos de una vida, ya no digamos mejor, sino simplemente soportable.
El
ingenio, la emotividad, la resistencia y el arrojo con el que los jóvenes se
lanzan a las calles al llevar a cabo una manifestación, son cosas que
difícilmente pasan desapercibidas y que para muchas personas significa una
recuperación súbita de la fe en la lucha popular. ¿Qué ser humano podría
censurar el desborde de energía protagonizado por estudiantes que lanzan sus consignas
revolucionarias como catapultas?
A
pesar de lo anterior, muchas veces los más aguerridos movimientos estudiantiles
se ven forzados a guardar las banderas, callar las bocas y a dejar de denunciar
las injusticias a falta del apoyo popular que tuvieron en las primeras etapas.
Doy tres ejemplos: el movimiento #YoSoy132 en nuestro país después de haber
congregado a más de 90 mil jóvenes a favor de la democratización de los medios
y en contra del entonces candidato y actual presidente, Enrique Peña Nieto, hoy
se encuentra reducido a pequeños grupos universitarios, heterogéneos, sin una
bandera común ni una dirección unificada. Pasó a ser la sombra que asecha a un
gobierno que les tiene sin cuidado.
Recientemente
la lideresa estudiantil chilena, Camila Vallejo Dowling, quien fue protagonista de una de las luchas de los estudiantes chilenos más
vigorosas de los últimos tiempos en su país; quien dejó claro a la opinión
internacional que para que las demandas de los estudiantes llegaran a buen
término se necesitaba un nuevo modelo económico, declaró en septiembre del año
pasado en una entrevista para el programa “Tolerancia Cero de Chilevisión” que el
movimiento estudiantil en su país se encuentra desgastado y ha perdido
masividad. Y por último, según el periódico “La Razón”, sin quitar lo mediático
de la noticia, publicó que el movimiento
estudiantil apenas logró reunir a unos cientos de personas en Madrid.
¿Qué pasa?, ¿A caso la lucha estudiantil está condenada al
fracaso, a la pérdida del apoyo de las masas? No, la lucha estudiantil debe ser
reivindicada para poder convertirse en una lucha auténticamente revolucionaria
y auténticamente popular. José María Aranda Sánchez,
catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana, en su estudio “El
movimiento estudiantil y la teoría de los movimientos sociales” describe a los
movimientos estudiantiles actuales como organizaciones donde predomina la heterogeneidad, el liderazgo
múltiple y una posición antiestatal. “..de pequeña escala y descentralizadas, antijerarquizadas
y que favorecieran la democracia directa”.
Este
tipo de organización, aparentemente democrática, conlleva varios vicios desde
su origen. En primer lugar, impide actuar a la masa estudiantil con prontitud y
eficacia a problemas concretos porque necesitan del consenso de toda la
asamblea. Además, mantener este tipo de estructura implica mantener un contacto
constante y permanente entre todos los miembros, lo cual resulta una tarea
imposible si tomamos en cuenta que para solucionar los problemas de mayor
envergadura del estudiantado nacional es necesaria, precisamente, una organización
nacional. Y por último, implica una lenta e ineficaz capacidad de
respuesta. Vicios que se superan con una
estructura vertical.
Mucho
se ha criticado a la estructura vertical, es decir, una estructura con líderes,
con niveles de toma de decisiones, por
ser poco democrática, por crear caudillos e incluso se le acusa de obedecer a
formas de organización stalinistas y fascistas. Yo creo que en el fondo tales
acusaciones parten de una premisa falsa, la cual es creer que la democracia se
reduce a la manera en la cual se toman las decisiones (por mayoría), pero
olvidan que la democracia fundamentalmente es una forma de organización en que
es el pueblo quien gobierna. ¿Acaso no es un grupo o una persona capaz de representar los intereses populares?
Yo creo que sí.
La
democracia que deberían buscar los estudiantes
no es solamente una democracia en la forma, sino en el contenido, con
esto quiero decir que pueden nacer líderes
y generarse estructuras de organización jerárquicas que representen auténticamente
la voluntad general de los grupos estudiantiles, aún más ellos deben buscar que
esos líderes existan, los representen y organicen, ya que en su lucha se enfrentan no
solamente contra fuertes intereses de la burguesía nacional e internacional sino,
también, a un complicado y muy desarrollado aparato de gobierno. Esta
circunstancia exige que los estudiantes se organicen en una forma que les de
movilidad, dinamismo y capacidad de respuesta, en una estructura donde existan líderes
y niveles de decisión, siempre con la condición de que esos líderes sean
elegidos, respaldados y ratificados, según el caso, por su propia base
estudiantil.
Esta
última forma es la que le ha permitido a la Federación Nacional de estudiantes
Revolucionarios (FNERRR) cumplir su aniversario décimo tercero y el tener presencia en cada una de las
entidades federativas. Es cierto, nuestras movilizaciones en algunos casos han
sido más modestas, pero eso sí, podemos presumir de tener a la organización
estudiantil mejor organizada, con una capacidad de denuncia que abarca todo el
territorio del país, que realmente recoge los interés propios del estudiantado
nacional y cuyos líderes son ratificados todos los años, desde los comités
escolares hasta nuestra dirigencia nacional.
El
gran temor de los que acusan a las estructuras verticales es, en realidad, el
temor del pequeñoburgués, que sin darse
cuenta de que ha vivido sometido por las clases dominantes (que para explotarlo
nunca le solicitan consentimiento) teme, reprueba y combate el que alguien se
ponga sobre él para tomar decisiones que beneficien a la lucha revolucionaria y
por consiguiente a su calidad de vida.
Otro
error de los movimientos estudiantiles, derivado de la misma ineficiente
organización, es la falta de una dirección clara, con objetivos precisos; es el
error de caminar hacia todos lados y hacia ninguno al mismo tiempo. Es el querer
abanderar todas las causas; desde las peticiones netamente estudiantiles,
pasando por la “autonomía de los pueblos indígenas”, de los derechos de los
trabajadores electricistas, de indignación por las muertas de Cd. Juárez, hasta
los reclamos más generales y abstractos; como cambios en el modelo educativo y
científico, el modelo de seguridad nacional, modelo económico neoliberal,
sistema de salud nacional, democratización de los medios de comunicación,
vinculación con movimientos sociales; sin proponer ninguna ruta para llevar a
la práctica estos cambios.
Los estudiantes que realmente quieren lanzarse
a una lucha revolucionaria deben entender que la defensa de todas las demandas
anteriores, por más abstractas que sean, es loable desde el punto de vista
humanitario, pero no se justifica en el terreno de la lucha práctica. Además,
deben ser conscientes de que como estudiantes debemos darnos la tarea, primero, de luchar por mejores
condiciones para la educación de los más pobres de este país, ésa es otra forma
de luchar en el terreno de los hechos por una mejor distribución de la riqueza
y de crear al interior del país, en un futuro no muy lejano, profesionistas y
personas nacionalistas, críticos, humanistas y que se sientan parte de un
proyecto de nación.
El
auténtico líder estudiantil debe luchar por los interés del estudiantado más
pobre de este país, probarse como
dirigente e invitar a otros estudiantes a luchar para que una vez que haya
pasado su etapa de estudiante o se haya dado cuenta de la necesidad de
organizar a las masas trabajadoras, entonces debe estar presto para
desarrollarse como un líder popular en toda la extensión de la palabra.
Es
cierto que los grandes problemas del país sólo se resolverán con un cambio
radical de modelo económico, pero para que esto llegue, primero debemos cambiar
la correlación de fuerzas en este país, correlación de fuerzas que hoy está a
favor de los intereses de la burguesía. Así como dijo Salvador Allende en el
mismo discurso en la UAG, debemos darnos cuenta que “la revolución no pasa por la universidad, y esto hay que entenderlo; la
revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos; la
revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores.”