En 1972, en la Universidad de Guadalajara, el compañero
Presidente Salvador Allende sentencio: “Y ser joven y no ser revolucionario es
una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida
y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil.”
Hoy no hay duda de que los jóvenes, principalmente
estudiantes, en distintas partes del mundo han levantado la voz de distintas
manera. Ahí está, por ejemplo, la lucha de los estudiantes chilenos encabezada
por la Confech (Confederación de Estudiantes de Chile), o las monumentales
movilizaciones convocadas por el Sindicato de Estudiantes en España incluso la
“primavera mexicana” protagonizada por el hoy inadvertido movimiento #yo soy
132.
No es para menos, el sistema económico capitalista de nuevo
está en crisis en todo el mundo y uno de los sectores que resiente los
recortes, la falta de apoyo institucional y el decrecimiento en el gasto
público destinado a la educación son precisamente los estudiantes, quienes en
muchos casos ven frustrados sus anhelos de una vida ya no digamos mejor, sino
simplemente soportable.
El ingenio, la emotividad, la resistencia y el arrojo con el
que los jóvenes se lanzan a las calles al llevar a cabo una manifestación, son
cosas que difícilmente pasan desapercibidas y que para muchas personas
significa una recuperación súbita de la fe en la lucha popular. ¿Qué ser humano
podría censurar el desborde de energía protagonizado por estudiantes que lanzan
sus consignas revolucionarias como catapultas?
A pesar de lo anterior muchas veces los más aguerridos movimientos
estudiantiles se ven forzados a guardar las banderas, callar las bocas y a
dejar de denunciar las injusticias a falta del apoyo popular que tuvieron en
las primeras etapas. Doy tres ejemplos: el movimiento #yo soy 132 en nuestro país
después de haber congregado a más de 90 mil jóvenes a favor de la
democratización de los medios y en contra del entonces candidato y actual
presidente Enrique Peña Nieto, hoy se encuentra reducido a pequeños grupos
universitarios, heterogéneos, sin una bandera común ni una dirección unificada.
Paso a ser la sombra que asecha a un gobierno al que le tiene sin cuidado.
Recientemente la lideresa estudiantil chilena Camila Vallejo
Dowling, quien fuera protagonista de una
de las luchas de los estudiantes chilenos
más vigorosas de los últimos tiempos en su país, quien dejo claro a la opinión
internacional que para que las demandas de los estudiantes llegaran a buen
término se necesitaba un nuevo modelo económico, declaro en septiembre del año
pasado en una entrevista para el programa “Tolerancia Cero de Chilevisión” que el
movimiento estudiantil en su país se encuentra desgastado y ha perdido
masividad. Y por último, según el periódico “La Razón”, sin quitar lo mediático
de la noticia, publicó que el movimiento
estudiantil apenas logro reunir a unos cientos de personas en Madrid.
¿Qué pasa?, ¿A caso la lucha estudiantil está condenada al
fracaso, a la pérdida del apoyo de las masas? No, la lucha estudiantil debe ser
reivindicada para poder convertirse en una lucha auténticamente revolucionaria
y auténticamente popular. José María Aranda Sánchez,
catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana, en su estudio “El
movimiento estudiantil y la teoría de los movimientos sociales describe a los
movimientos estudiantiles actuales como organizaciones donde predomina la heterogeneidad, el liderazgo
múltiple y una posición antiestatal. “..de pequeña escala y descentralizadas, anti
jerarquizadas y que favorecieran la democracia directa.”
Este
tipo de organización, aparentemente democráticas, conlleva varios vicios de
origen. En primer lugar impide actuar a
la masa estudiantil con prontitud y eficacia a problemas concretos porque
necesitan del consenso de toda la asamblea. Además mantener este tipo de
estructura implica mantener un contacto constante y permanente entre todos los
miembros, lo cual resulta una tarea imposible si tomamos en cuenta que para
solucionar los problemas de mayor envergadura del estudiantado nacional es
necesaria, precisamente, una organización nacional. Y por último implica una
lenta e ineficaz capacidad de respuesta.
Vicios que se superan con una estructura vertical.
Mucho
se ha criticado a la estructura vertical, es decir una estructura con líderes,
con niveles de toma de decisiones, por
ser poco democrática, por crear caudillos e incluso se le acusa de obedecer a
formas de organización Stalinistas y Fascistas. Yo creo que en el fondo tales
acusaciones parten de una premisa falsa, la cual es creer que la democracia se
reduce a la forma en la cual se toman las decisiones (por mayoría,) pero
olvidan que la democracia fundamentalmente es una forma de organización de
personas en la cual es el pueblo quien gobierna. Acaso ¿no es un grupo o una
persona capaz de representar los
intereses populares? Yo creo que sí.
La
democracia que deberían buscar los estudiantes
no es solamente una democracia en la forma, sino en el contenido, con
esto quiero decir que pueden líderes y
existir estructuras de organización jerárquicas que representen auténticamente
la voluntad general de los grupos estudiantiles, aún más ellos deben buscar que
esos líderes existan, los representen y organicen, ya que en su lucha se enfrentan no
solamente contra fuertes intereses de la burguesía nacional e internacional sino,
también, a un complicado y muy desarrollad aparato estatal. Esta circunstancia
exige que los estudiantes se organicen en una forma que les de movilidad, dinamismo
y capacidad de respuesta, en una estructura donde existan líderes y niveles de
decisión, siempre con la condición de que esos líderes sean elegidos,
respaldados y ratificados, según el caso, por su propia base estudiantil.
Esta
última forma es la que le ha permitido a la Federación Nacional de estudiantes
Revolucionarios (FNERRR) cumplir su aniversario número trece y el tener
presencia en todas y cada una de las entidades federativas, es cierto nuestras
movilizaciones en algunos casos han sido más modestas, pero eso sí, podemos
presumir de tener a la organización estudiantil mejor organizada, con una
capacidad de denuncia que abarca todo el territorio del país, que realmente
recoge los interés propios del estudiantado nacional y cuyos líderes son
ratificados todos los años, desde los comités escolares hasta nuestra
dirigencia nacional.
El
gran temor de los que acusan a las estructuras verticales es en realidad el
temor del pequeñoburgués, que sin darse
cuenta de que ha vivido sometido por las clases dominantes (que para explotarlo
nunca le solicitan consentimiento) teme, reprueba y combate el que alguien se
ponga sobre él para tomar decisiones que beneficien a la lucha revolucionaria y
por consiguiente a su calidad de vida.
Otro
error de los movimientos estudiantiles, derivado de la misma ineficiente
organización, es la falta de una dirección clara, con objetivos precisos; es el
error de caminar hacia todos lados y hacia ninguno al mismo tiempo. Es el
querer abanderar todas las causas, desde las peticiones netamente
estudiantiles, pasando por la “autonomía de los pueblos indígenas”, de los derechos
de los trabajadores electricistas, de indignación por las muertas de Cd.
Juárez, hasta los reclamos más generales y abstractos como cambios en el modelo
educativo y científico, el modelo de seguridad nacional, modelo económico
neoliberal, sistema de salud nacional, democratización de los medios de
comunicación, vinculación con movimientos sociales sin proponer ninguna ruta
para llevar a la práctica estos cambios.
Los estudiantes que realmente se quieren
lanzar a una lucha revolucionaria deben entender que la defensa de todas las
demandas anteriores por más abstractas que sean en loable desde el punto de
vista humanitario, pero no se justifica en el terreno de la lucha práctica.
Además deben ser conscientes de que cómo estudiantes debemos darnos a la tarea, primero de luchar por mejores
condiciones para la educación de los más pobres de este país, esa es otra forma
de luchar en el terreno de los hechos por una mejor distribución de la riqueza
y de crear al interior del país, en el futuro, profesionistas y personas
nacionalistas, críticos, humanistas y que se sientan parte de un proyecto de
nación.
El
auténtico líder estudiantil debe luchar por los interés del estudiantado más
pobre de este país probarse como
dirigente e invitar a otros estudiantes a luchar y una vez que haya pasado su
etapa de estudiante o se haya dado cuenta de la necesidad de organizar a las
masas trabajadoras, entonces debe estar presto para desarrollarse como un líder
popular en toda la extensión de la palabra.
Es
cierto que los grandes problemas del país sólo se resolverán con un cambio
radical de modelo económico, pero para que esto llegue primero debemos cambiar
la correlación de fuerzas en este país, correlación de fuerzas que hoy está a
favor de los intereses de la burguesía. Así como dijo Salvador Allende en el
mismo discurso en la UAG, debemos darnos cuenta que “La revolución no pasa por la universidad, y esto hay que entenderlo; la
revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos; la
revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores.”
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