Carlos
Ehécatl Lázaro Méndez
Responsable de la Casa Nacional del Estudiante
CMI
14
de febrero de 2013
Los
acontecimientos ocurridos en el plantel CCH-Naucalpan el 1 y 5 de febrero de
este año ponen en primera plana, nuevamente, las manifestaciones estudiantiles.
Como siempre, al siguiente día de los hechos los periódicos y medios de
información denunciaron los acontecimientos. Pero no fue todo. Enojados y
ofendidos por la reforma que se pretende aplicar en el plan de estudios de los
CCH´s, los “estudiantes” inconformes (cualquiera que haya estudiado en un
Colegio de Ciencias y Humanidades sabe que quienes realizan estas actividades
son pseudoestudiantes que tienen años dentro de los planteles y no hacen más
que grilla) marcharon el jueves 7 de febrero por las calles de la ciudad y, como
culmen de su manifestación, tomaron con lujo de violencia las oficinas de
coordinación de CCH´s, instalaciones que
se encuentran en Ciudad Universitaria.
Si los
estudiantes tienen derecho o no a manifestarse (por las razones que sea) es un
tema que no está a discusión; damos por sentado que el pueblo en general, y los
estudiantes dentro de él, tienen la libertad innegable a expresar su
conformidad o rechazo de cuanto acontece en su contexto. Buscar las razones más
profundas de por qué consideramos que es una libertad innegable merecería un
conocimiento erudito sobre filosofía de la política y derecho. No es este el
espacio de dicha discusión. Lo que aquí buscamos saber es si las formas en que
se manifestaron los insurrectos son las más correctas.
La
violencia como forma de manifestar la inconformidad de cualquier sector es,
según algunas corrientes filosóficas, la mejor manera de resolver los
conflictos. Dejando de lado las reflexiones que en torno al tema pudieran
surgir, hace más claridad al respecto voltear a ver la realidad y observar cómo
suceden las cosas. La destrucción como herramienta principal en la búsqueda de
un cambio es algo poco inteligente y poco meditado; dado que sus resultados son
siempre (con contadas excepciones) contrarios a lo deseado debemos cuestionar
estos métodos de lucha. Precisamente este aspecto es el que los manifestantes
no logran ver: tomar por la fuerza las oficinas de una institución de la cual
se busca una solución, y sin haber considerado antes que no cuentan con el
respaldo del cuerpo estudiantil al que, según ellos, representan.
¿Cuál es,
entonces, la forma por la que se deben resolver situaciones de conflicto? La
sangre, históricamente está demostrado, corre siempre de las venas del pueblo.
Las revoluciones y conflictos armados siempre dejan profundas huellas en los
pueblos que se ven afectados y son hecho aborrecibles que acaban con la vida de
millones de personas y representan un atraso en la vida en sociedad. La
violencia no debe ser nunca el primer paso para resolver algo. Si dos personas
están en desacuerdo sobre lo que sea, lo último que se debe hacer es que el
conflicto devenga golpes o muerte. Un principio de la vida en sociedad es
precisamente la tolerancia y respeto, ambas cosas necesarias para un diálogo.
Lo deseable
en este tipo de conflictos es llegar a una solución por la vía pacífica. Un
diálogo que sostengan uno y otro bando. La violencia debe ser usada como
herramienta última si es necesaria, si no lo es lo mejor es simplemente no
ejercerla. A lo que voy es a que la acción de los manifestantes al provocar
disturbios en el CCH-Naucalpan y después tomar las instalaciones de los CCH´s
en CU no es la forma más correcta para darle solución al problema. Estos hechos
son fruto de un descontento mal encaminado y trazado con los pinceles del
anarquismo e izquierdismo absurdo, corrientes que son bien engendradas en la
UNAM.
En general
es un problema de las izquierdas en todo el mundo que no se puede obtener un
consenso para llegar a un mismo fin. El problema es que no todos los
inconformes buscamos lo mismo, y quienes buscamos lo mismo no siempre lo
buscamos por las mismas formas. El problema de las formas necesarias para
avanzar en la construcción del objetivo fijado (independientemente de la
izquierda que se trate) es una de las cuestiones que exigen una explicación más
amplia y profunda para entender los procedimientos de lucha de las
organizaciones progresistas de nuestros días.
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